Francisco Amorós y Ondeano

Francisco Amorós y Ondeano

Valencia, 19.II.1770 – París (Francia), 8.VIII.1848

Pedagogo, gimnasiarca, militar y administrador público en España y Francia

Gimnasófo o gimnasiarca. Así es como le gustaba definirse a Francisco Amorós y Ondeano, peculiar personaje que podemos considerar como uno de los impulsores de la cultura física en España y uno de los precursores de la fisioterapia.

Tras una etapa como militar, Amorós desempeñó un papel decisivo en la creación del Instituto Militar Pestalozziano de Madrid, que aplicaba el método del innovador pedagogo suizo J. H. Pestalozzi. Exiliado en París, desde 1817 se ganó la vida dando clases de gimnasia en diversas instituciones privadas parisienses, y puso en marcha el «sistema amorosiano» para la educación física orientado tanto a militares como a civiles. Su método gozó de fama internacional siendo difundido desde la capital francesa por numerosos seguidores. Sus escritos fusionan el interés por lo pedagógico con lo clínico.

En la actualidad, nadie duda de los beneficios que la práctica del ejercicio físico despliega en nosotros, máxime en momentos de reclusión como los que hemos vivido recientemente.

Nació en el seno de una buena familia. Sus abuelos paternos, Felipe Amorós y Chafrión y Vicenta Darder de Borja, tuvieron tres hijos: Felipe, Vicente (progenitor de Francisco) y Lucrecia. El primero de ellos se casó con Teresa Severina Sotelo y fue quien obtuvo de Carlos IV la distinción nobiliaria de marqués de Sotelo en 1792. Su padre, el valenciano Vicente Amorós, teniente del regimiento Inmemorial del Rey, participó en la guerra de la Independencia de Estados Unidos de América. Su madre, la aragonesa María Joaquina Ondeano, poseía diversos viñedos, olivares y casas en Zaragoza, bienes que heredaría Francisco Amorós. Tras recibir una educación elitista en un colegio de Francia y después en España, bajo la tutela de un preceptor eclesiástico y de su tío Ondeano (sucesor de Pablo de Olavide en la intendencia de La Carolina), ingresó en el Ejército cuando sólo contaba nueve años, como cadete de nobleza del arma de Infantería. El 15 de julio de 1787 fue nombrado subteniente del regimiento de Córdoba, con el que participó en las campañas de Orán en 1790. En tierras norteafricanas sufrió un grave traumatismo, cuyas secuelas fisiológicas alteraron sus hábitos: a partir de entonces padecerá de insomnio, por lo que la lectura y la escritura pasaron a convertirse en su pasatiempo predilecto. En 1791, obtuvo el cargo de pregonero público de bandos y proclamas de Valencia.

En 1792, instruyó a una parte de las tropas reunidas en Cádiz destinadas a los Pirineos para combatir a los revolucionarios republicanos franceses. En 1794, tras haberse distinguido en diversas campañas militares (como en las batallas de Trullás y de Le Boulou) contra el Gobierno de la Convención, fue promovido a capitán de Infantería.

En 1796, estableció su residencia en Madrid para trabajar como archivero del depósito de mapas en el Ministerio de la Guerra y contrajo matrimonio con la gaditana María Josefa de Therán y Palacios, miembro de una acomodada familia nobiliaria de Sanlúcar de Barrameda.

En 1800, obtuvo plaza de oficial supernumerario de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de la Guerra. Entre 1802 y 1805 fue, junto con Manuel Godoy y Domingo Badía y Leblich (más conocido por su seudónimo árabe Alí Bey), uno de los principales promotores del proyecto secreto —y finalmente frustrado— de la Monarquía española de colonización de territorios costeros e interiores del imperio de Marruecos y del intento de recuperar Gibraltar de los ingleses por las armas —tentativa abortada tras el “desastre de Trafalgar”, en octubre de 1805—, llegando a convertirse durante estos años en el más directo hombre de confianza (secretario) del generalísimo Godoy para lo que en la época se conoció como el “asunto de Marruecos”. Una vez frustrado el plan colonizador, Amorós desempeñó un papel decisivo en la creación del Instituto Militar Pestalozziano de Madrid. Fue quien persuadió en última instancia a Godoy de la necesidad de consolidar el método del innovador pedagogo suizo J. H. Pestalozzi en los territorios de la Monarquía hispánica.

Esta institución educativa —de corte moderno y de clara ascendencia ilustrada— abrió sus puertas el 4 de noviembre de 1806 en la calle Ancha de San Bernardo, con el objetivo de convertirse en uno de los principales instrumentos para iniciar la regeneración paulatina de la sociedad española, sin necesidad de recurrir —como en Francia— a cambios drásticos de signo revolucionario. Amorós fue, además de uno de los inspiradores y profesores del Instituto, su segundo director desde el 7 de agosto de 1807 hasta su clausura el 13 de enero de 1808 y, además, introdujo la gimnasia en el currículo del Centro. Su prestigio como pedagogo fue tal que Carlos IV y María Luisa de Parma le nombraron preceptor del infante Francisco de Paula (junio de 1807). Tras la clausura oficial del centro de ensayo pedagógico, su constante actividad fue recompensada con una plaza de ministro de capa y espada del Consejo Supremo de Indias el 25 de enero de 1808. Durante el motín de Aranjuez (17-18 de marzo de 1808) fue arrestado como consecuencia de la caída de su protector Manuel Godoy, y un grupo de consejeros de Castilla registró los papeles que se hallaban en su casa madrileña. El 1 de mayo le fue levantado el arresto y el 14 de mayo leyó en Valencia la proclama que Murat dirigió a los españoles en Madrid el Dos de Mayo.

Como consejero de Indias, fue miembro de la Junta española de Bayona y juró fidelidad al rey José Bonaparte y a la Constitución de 1808 (“Estatuto de Bayona”), llegando incluso a entrevistarse con el Emperador.

Presentó al Gobierno de José I un proyecto de división administrativa de España en 38 “departamentos” (16 de noviembre de 1808). Fue uno de los más destacados “afrancesados” durante la guerra de la Independencia, obteniendo del Gobierno josefino multitud de empleos públicos y de condecoraciones: gobernador militar y político e intendente de la provincia de Santander y consejero de Estado (20 y 25 de noviembre de 1808), intendente general de la Policía de Madrid y comisario regio de Guipúzcoa, Álava, Vizcaya y Burgos (9 de febrero de 1809), caballero de la Orden Real de España (25 de octubre de 1809), ministro interino de la Policía general de los cuatro reinos de Andalucía (1 de febrero de 1810) y comisario regio en los territorios donde se hallaba el llamado “ejército de Portugal” (10 de agosto de 1811).

En junio de 1813, coincidiendo con el repliegue de las tropas francesas de la Península, se vio forzado a exiliarse. París, capital del imperio, fue el lugar que eligió para establecerse en calidad de refugiado político —gracia que Napoleón concedió tan sólo a un selecto grupo de ministros y de altos funcionarios ex josefinos—. En septiembre de 1814, publicó la más dura y polémica Representación a Fernando VII, obra en la que también aprovechó para halagar la labor de Luis XVIII (sobre todo de la Carta otorgada al pueblo francés) tras su restauración en el trono. En octubre, su mujer y sus tres hijos se reunieron con él en París, después de haber sufrido en Madrid la implacable persecución de los agentes fernandinos. Durante el regreso de Napoleón, en los llamados Cien Días, Amorós dejó salir a la luz su marcado apego al régimen cesarista bonapartista y consiguió un empleo como guardia nacional en el palacio de las Tullerías (abril de 1815). Tras la caída definitiva de Napoleón en Waterloo, ingresó en la prestigiosa Société pour l’amélioration de l’enseignement élémentaire (26 de julio de 1815), donde leyó una memoria sobre las excelencias de la pedagogía pestalozziana (6 y 20 de septiembre de 1815). El 10 de julio de 1816, consiguió la nacionalidad francesa, que había solicitado desde 1814. En 1817 fue arrestado en París y estuvo a punto de ser expulsado de la capital por haberse visto involucrado en un pintoresco escándalo público (motivado por una tormentosa relación amorosa con Asunción Badía, hija de Domingo Badía y esposa del filósofo galo J-C. de L’Isle de Sales) y por aparecer en las listas confidenciales que la policía parisiense elaboró sobre los principales sospechosos de participar en una presunta conspiración urdida por un grupo de liberales españoles en el exilio, cuyo objeto era destronar a los Borbones de España y Francia.

A partir de 1818, sus actividades en París se centraron en el intento de atraer la atención del Gobierno galo para conseguir subvenciones que le permitiesen reemprender los proyectos educativos que hubo de abandonar en la España de 1808 como consecuencia de la ocupación de las tropas francesas. Sus numerosos e influyentes protectores, así como su obra Cantiques religieux et moraux —recopilación de cánticos religiosos, morales y, sobre todo, patrióticos que servían para acompañar sus clases de educación física—, en la que alababa tanto al rey Borbón (Luis XVIII) como al texto constitucional concedido por éste, contribuyeron a que el Gobierno de la Restauración se interesara por su peculiar método de educación física. Entre 1817 y 1818, se ganó la vida dando clases de gimnasia en diversas instituciones privadas parisienses, y un selecto cuerpo de bomberos de París recibió una formación experimental siguiendo el “sistema amorosiano”, como lo denominaban en la época. En 1820, el Gobierno inauguró el “Gymnase normal militaire et civil”, sito en el parque de Grenelle de París (place Dupleix), proyectado tanto para militares como para civiles (adultos y niños), del que Amorós sería nombrado director. Su método gimnástico gozó de fama internacional, por lo que numerosos médicos y pedagogos eximios de la época acudieron a formarse y a colaborar en el “Gymnase de Grenelle”. El 15 de julio de 1829, Carlos X le nombró inspector general de todos los gimnasios militares de Francia. En 1830, con Luis Felipe de Orleans en el trono, Amorós publicó la gran obra que sistematizaba su método de gimnasia y los conocimientos existentes en la época sobre esta “ciencia”, tal como la define Amorós en la introducción de su libro Manuel d’éducation physique, gymnastique et morale. El 28 de febrero de 1831, fue nombrado coronel de Infantería del ejército francés y el 18 de abril de 1834 se le condecoró con la Legión de Honor. Este mismo año, paradójicamente, le fueron retiradas las ayudas gubernamentales para su gimnasio civil, por lo que decidió abrir su propio gimnasio, que sería el primero de carácter privado y que regentará hasta su fallecimiento: el “Gymnase civil et orthosomatique”, sito junto a los Campos Elíseos de París. Este gimnasio era frecuentado también por niñas, y en él se prestaba especial atención a la rehabilitación de personas convalecientes, con problemas de movilidad o deformaciones físicas (gimnasia médica, antecedente directo de la fisioterapia).

En 1835 fue galardonado con el premio “Monthyon” de inventos y artes útiles y saludables para el ser humano.

A pesar de sus éxitos y del prestigio internacional de su gimnasia, el 31 de diciembre de 1837, el Gobierno le cesó de su empleo de director del gimnasio normal militar. En 1839 viajó a Valencia para tomar posesión del título de marqués de Sotelo, pues había fallecido su primo Esteban Amorós (hijo de su tío Felipe y de Teresa Severina Sotelo), que ostentaba el título. Amorós aprovechó esta ocasión para donar un valioso conjunto de aparatos gimnásticos a la Sociedad Económica de dicha ciudad. El 8 de agosto de 1848, una apoplejía acabó con su vida en su casa de París. Su método, sin embargo, pervivió durante décadas tanto en Francia como en España, gracias a la importante labor que desempeñaron algunos de los alumnos (franceses, españoles y de otras nacionalidades) que se formaron en los establecimientos del gimnásofo o gimnasiarca —como a Amorós le gustaba autodenominarse—. Una placa conmemorativa, colocada en la columna de su monumento funerario, atribuye a Amorós la distinción de ser el “creador del método francés de educación física”. No obstante, también es de justicia reconocer que fue —directa e indirectamente— uno de los pioneros y de los más perseverantes impulsores de la cultura física en la España decimonónica.

Rafael Fernández Sirvent

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