Laura R. Rodríguez

Laura R. Rodríguez

Nacida en 1994 en Alicante, dueña de un mini zoo interactivo, le apasiona escribir sobre salud mental. Tras años cuidando a personas con autismo, su pareja le apoyó con la loca idea de cumplir su sueño: hacer sufrir a los protagonistas de sus libros. Puedes leerla en varias antologías de relatos, como son T.Errores: En el bosque ya estás muerto (2023), Fantaciencia (2022) y Los reinos secretos (2022). Autopublicó Hueca (2022), una novelette sobre la depresión y la saga Los caprichos de Eros (2022), esta última junto a su amiga Layla Corice. Además, tiene una novelette de horror cósmico con la editorial Malas Artes, titulada Voces desde el abismo (2023).

Llevaba ya un tiempo enfrentándose a la temida palidez de la hoja cuando decidió que no iba a dejar que el papel dominase su proceso creativo. «No hay mejor manera de escribir una historia que vivirla», se dijo con una excéntrica sonrisa y marchó de su casa sin tener el plan hilado del todo. «Si quieres conseguir tus objetivos, tienes que correr riesgos», aunque ¿quién no tiene planeado hasta dónde van los puntos y comas?

Si era cierto lo que decían, si la realidad estaba al otro lado de la puerta de casa, no le quedaba más remedio que coger el coche e ir mucho más allá. Ella tenía que superarlo, no narrarlo.

Las carreteras son su lienzo y su vehículo la pluma que va recorriéndolo. Espera lograr con ello una estructura digna de ser contada, pero el resultado termina siendo… desastroso.

«¿Qué hay de innovador en un viaje al lado Surrey?». Nada, y menos si lo hacía en un vehículo que cuidara de ella. «¿Por qué no dejarlo todo y vivir una verdadera aventura?».

Dejó atrás su pluma y mandó a volar el lienzo, pues ella era el único mapa que necesitaba. Sin rumbo fijo, aunque los carteles guiasen sus pasos, llegó a la conclusión de que lo mejor era ir en contra de lo que le decía la razón y marcharse al otro extremo del país.

Andando, porque ella no necesitaba ni pluma ni lienzo.

Andando, porque nadie se esperaría ese giro.

Andando, porque las aventuras le ocurren a quien se arriesga, no a quien se deja llevar.

Cuando exhausta, decidió poner fin a su travesía en un cliché con huéspedes, se encontró con un nuevo dilema para el que no tenía ni pauta ni desarrollo. Si quería vivir una verdadera experiencia, debía dejar atrás su propia identidad. Tenía que ser alguien… a quien no pudiera soportar.

El nombre aparece con un fogonazo y ocupa el nombre de la mujer que ocupa su lecho. Quizás, lo que no esperaba, era que su hazaña se convirtiera en más que una historia, superando por completo lo que esperaba de ella y haciendo que el manuscrito termine encerrado en una papelera eterna. No hay peor misterio que el que ya está resuelto.

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