Ángela Marco Cueva

Ángela Marco Cueva

Estudiante de filosofía en la Universidad de Zaragoza enamorada de la escritura de cualquier tipo. Su personalidad soñadora la ha llevado durante gran parte de su vida a adentrarse en los mundos ficticios de su cabeza, que ahora se vuelven un poco más reales gracias a haber terminado su primera trilogía: Rebelión. No obstante, sus palabras no se quedan aquí, también las utiliza para redactar ensayos filosóficos de temas diversos y adentrarse en el mundo de los sentimientos poéticos con una recopilación de sus textos, la Antología de Frustraciones. También ha participado en diversos concursos que requerían de sus palabras, como Luchalibro Zaragoza 2019 o las IX y X ediciones de la Olimpiada Filosófica de España. Siguiendo sus deseos de aprender sobre cualquier disciplina, Ángela Marco continúa estudiando mientras se aferra a la tinta y las palabras.

“Su mente ha empezado a ser tan oscura como la noche” pensó al ver esos archivos. Desde entonces supo que tenía que seguirla.

Ahora recorre la calle lentamente y en silencio, nadie puede verla. La avenida está desierta, a excepción de sus dos figuras, separadas por varios metros. Solo puede verle la espalda. No sabe a dónde está yendo, pero ya le han demostrado que no puede tratarse de nada bueno. Llegan a una parte de la ciudad desconocida para ella. No parece un sitio muy seguro, y menos a esas horas de la noche, pero confía en que pasará desapercibida. 

Entonces, la figura que tiene delante se para. Ella reza para que no se gire y trata de esconderse. La ve entrar en una especie de bar que no parece muy legal, se puede adivinar tan solo con ver su fachada. Las letras de neón ya casi no brillan, en señal de lo que el bar un día fue y de que ahora es solo una sombra del pasado. No se atreve a entrar. Esperará fuera. No alcanza a comprender qué se le ha podido perder en un sitio como este para acudir a esas horas. Nada bueno, eso seguro. 

Recuerda el día en el que la vio en el mercado. Hacía tiempo que no sabía nada de ella. Una intuición le dijo que no se acercase. Al mirar en esos ojos azules vio algo completamente diferente, algo que nunca antes había visto. No está segura de qué fue, quizá tristeza por una vida infeliz, o quizá la crueldad de esta en forma de decepciones y cicatrices. O quizá, simplemente, había cambiado. Y debe aceptarlo. Nunca más serán J&A, eso es cosa del pasado y de los juegos de dos niñas que se creían mayores, pero que, en realidad, no sabían nada del mundo real. Suspira. Todo era mucho más sencillo antes. 

La figura sale del bar, pero lo hace acompañada de un hombre y una mujer. Ambos son grandes y altos y podrían hacer que cualquiera se sintiera amenazado y en peligro. Quizá por eso, o quizá también por el peso del cansancio sobre sus ojos, decide rendirse por una vez. Ya la ha seguido durante todo el día y ha conseguido suficiente información. Además, ella tiene más vida que esa. Sabe que su familia la espera en casa, al margen de todos estos asuntos. Sonríe al imaginarse a las personas a las que quiere. Solo espera una cosa: que su inmensa curiosidad y su ímpetu por hacer el bien no les afecte a ellos también. Nunca se perdonaría que les hicieran daño. Sin embargo, sabe que está andando por una cuerda floja y quizá está perdiendo el equilibrio. 

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