Estudiante de filosofía en la Universidad de Zaragoza enamorada de la escritura de cualquier tipo. Su personalidad soñadora la ha llevado durante gran parte de su vida a adentrarse en los mundos ficticios de su cabeza, que ahora se vuelven un poco más reales gracias a haber terminado su primera trilogía: Rebelión. No obstante, sus palabras no se quedan aquí, también las utiliza para redactar ensayos filosóficos de temas diversos y adentrarse en el mundo de los sentimientos poéticos con una recopilación de sus textos, la Antología de Frustraciones. También ha participado en diversos concursos que requerían de sus palabras, como Luchalibro Zaragoza 2019 o las IX y X ediciones de la Olimpiada Filosófica de España. Siguiendo sus deseos de aprender sobre cualquier disciplina, Ángela Marco continúa estudiando mientras se aferra a la tinta y las palabras
—¿Álex? —Sarah se gira y me mira a los ojos.
Yo me quedo en silencio. No tengo fuerzas para contestar después de lo que acabo de ver. Mi novia interpreta mi silencio, mirando hacia Nassoumi y después de vuelta a mí.
—No es lo que parece —intenta excusarse.
—Ya, claro. Ahora no puedes negarme que prefieres pasar los días con tu compañera de trabajo que conmigo.
—Álex… —El tono de Sarah me transmite lástima, pero la mera presencia de Nassoumi me echa para atrás y retrocedo un par de pasos.
Mi novia se acerca a mí e intenta cogerme la mano, pero yo me alejo todavía más.
—De todas formas, ya sabes que Nassoumi solo está trabajando horas extra, nada más.
Mi mirada se endurece ante sus palabras.
—Ya, claro. ¿Te crees que soy tonta?
—No te pongas así, Álex. —Sarah empieza a sonar irritada.
—Pues sí que me pongo así. Parece que nuestra relación no te importa.
—Ya lo hemos hablado. —Sarah deja de mirarme—. Tengo muchísimo trabajo y no tengo tanto tiempo para ti.
—Estoy harta de esto —la corto—. Ya he aprendido que nunca va a llegar el día en el que me conviertas en tu prioridad.
—Yo no he dicho que no seas mi prioridad.
—Sí lo has dicho.
—A veces entiendes lo que quieres, Álex. —Al ver que no contesto, Sarah continúa, enfadada—. ¿Sabes qué? Yo también estoy harta. Estoy harta de estar pendiente, de tus reproches y enfados y de tener que cuidar de ti como si fueses una niña pequeña.
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