Naiara Aguilera

Naiara Aguilera

Novelista y poeta desde que aprendió a escribir. Nació el 4 de noviembre de 1996 en Granollers, Barcelona. Su viaje en la escritura empezó a los ocho años creando pequeñas poesías que solo le enseñaba a su madre. Desde entonces no paró, ni parará, de escribir. Síguela en @naiarawrites

Capítulo 1

Melissandre caminó detrás de su hermana y los amigos de ésta. No había querido ir al cine, pero su hermana la había convencido, era mejor que su madre las regañara a ambas que solo a una. Sacó el móvil de la mochila y miró si había algún mensaje de su madre, para su sorpresa había varias llamadas perdidas. Ningún mensaje, lo cual era raro, pues su madre solía enviar mensajes, no solía mantener conversaciones telefónicas cuando estaba en el trabajo, siempre demasiado ocupada como para poder hacer una llamada.

Ambas eran conscientes que saltarse las clases particulares no era una buena idea, pero ante la insistencia de Tracy, Melissandre no se había podido resistir. Pese a que a la mayor de las hermanas no le gustaba mucho asistir a susodichas clases, debía asistir, aun prefiriendo pasar el tiempo con sus amigos. A Melissandre, en cambio, le encantaban y siempre estaba preparada para aprender más.

Melissandre se acercó a su hermana y le enseñó el listado de llamadas perdidas.

Ambas se miraron con pavor y Tracy le pidió que llamara ella a su madre, sabiendo que era mejor si la pequeña era la que hacía la llamada.

El teléfono al que llama está apagado —cortó la llamada.

Activó el sonido del teléfono y volvió a guardarlo. Se quedó mirando a su hermana,

sonriendo a sus amigos con aquella facilidad que solo ella parecía tener. Estaba segura de que aunque su hermana no tuviera su elemento brillaría con la misma intensidad.

Solo tenía que mirarla para deslumbrarse, algo más a parte de su poder relucía dentro de ella. No parecía brillar por su cabello rubio que reflejaba los últimos rayos de sol de una tarde de septiembre, ni por su colorido vestido amarillo pálido con flores blancas. 

Tampoco era por su piel pálida y ojos color gris ceniza. Era su forma de mover la mano despidiéndose de sus amigos con euforia, levantando el brazo hasta que no daba más de sí, haciendo que su cuerpo entero tuviera un ligero balanceo debido a la fuerza con la que movía el brazo. Era la forma en la que se había girado hacia su hermana, todavía con la gran sonrisa que achicaba sus ojos.

Melissandre miró hacia abajo, ojalá ella pudiera ser tan risueña como su hermana y

dejarse llevar de aquella forma.

Tracy volvió al lado de su hermana.

—¿Has conseguido hablar con mamá? —Preguntó, su voz cantarina sacó una débil

sonrisa en el rostro de Melissandre.

Melissandre miró a su hermana a los ojos y negó con la cabeza.

En ese instante sonó el teléfono y lo sacó con rapidez de la mochila.

—Mamá, ahora vamos a

—No, no podéis ir a casa—cortó Alexandra rápidamente a su hija por teléfono—, nos encontraremos en media hora en el punto de encuentro. Aseguraros de que nadie os siga.

El teléfono emitió un pequeño pitido y la llamada acabó. Se quedó con el teléfono

pegado a la oreja perpleja ante lo que acababa de suceder. Su madre había sonado

nerviosa, no era algo que soliese ocurrir.

¿Qué acababa de pasar?

Se separó el teléfono de la oreja y miró la pantalla del móvil incrédula, esta se

encendió de nuevo dándole la hora. Eran las ocho de la tarde, pronto oscurecería y

tenían un largo camino hasta el punto de encuentro.

—Emm… dice que estemos en el punto de encuentro en media hora. —Informó a

Tracy, sus ojos azul prusia se posaron en los de su hermana.

Su madre nunca actuaba de aquella manera, era imposible que algo hubiera pasado

en casa, era la más segura de toda Barcelona, gajes del oficio de sus padres. Pero si su madre les había ordenado ir allí era porque algo grave había sucedido y debían ir

directamente.

Solo había ido al punto de encuentro dos veces desde que se lo enseñó su madre

hacía siete años, y había sido para recordarle dónde era. Ya habían pasado cinco años desde la última vez que habían estado ahí y no estaba cien por cien segura de saber dónde era, esperaba que Tracy lo recordará mejor que ella. O al menos, que entre las dos pudieran encontrar el camino correcto.

-Vamos tirando entonces, si nos damos prisa llegaremos. — Tracy volvió a sonreír,

seguramente pensando que no era de gran importancia.

Tardaron más de lo esperado en llegar a su destino, Tracy caminaba tranquilamente, si algo realmente malo estaba pasando, sus padres hubieran ido a buscarlas allá dónde estuvieran, no les harían caminar solas por un lugar como aquel.

Empezaba a oscurecer y a hacer frío, por lo que Tracy solo podía pensar en meterse en el coche en cuanto llegara su madre. Aligeró el paso pensando en ello, Melissandre caminaba detrás de ella con pasos más cortos. La escuchó correr un poco para ponerse a su altura.

—No corras tanto, tengo las piernas más cortas que tú. —Se quejó Melissandre.

—Pero si eras tú la que decía que llegábamos tarde y nos teníamos que dar prisa.

—Se le escapó una risita, giró para mirar a su hermana, caminando así de espaldas. Con una sonrisa volvió a girarse y corrió hacia el callejón que las llevaría hacia el parque al que se dirigían.

Melissandre corrió detrás de ella haciendo que Tracy riera al escuchar a su hermana maldecir por lo bajini.

Con la noche apareciendo, la humedad del pasillo entre pisos que llevaba al parque

se sentía en cada poro de su cuerpo. Podía ver a lo lejos una débil iluminación de las farolas del parque, pero no era lo suficiente para ver por dónde iba. Así que extendió sus palmas y sintió cada partícula a su alrededor, sonrió sintiendo la energía acumularse en ellas. La euforia la llenó por dentro y entonces una débil luz se creó frente a sus manos, iluminando así el camino que había ante ella.

Aminoró el paso, pues debía estar atenta a que nadie las viera.

A su lado Melissandre extendió las palmas de las manos hacia delante, mirándolas

con concentración.

— No lo pienses Meli, simplemente siente lo que hay a tu alrededor. —Le instruyó

Tracy formando dos círculos que iban hasta su rostro, la luz que emitían bailando entre el suelo y las paredes, el pecho se le llenó cuando respiró hondo.

Melissandre tiró los brazos hacia su cuerpo, doblando los brazos con las manos a la

altura del pecho para después tirar de sus manos hacia el frente con fuerza. Se tambaleó hacia delante y movió el pie para equilibrarse. Volvió a centrar su atención en las manos.

Tracy dejó caer sus manos a su costado haciendo que la poca luz que las iluminaba

se desvaneciera.

Meli siempre daba lo máximo de sí misma, estudiaba muchísimo más que Tracy y

aún así no había conseguido que alguno de los elementos se activara en ella. Algunas veces la familia había bromeado con que Melissandre había sido intercambiada en el hospital, no se parecía al resto de su familia, tenía el pelo negro cortado al estilo bob mini, los ojos azul prusia y la piel más pálida que la de Tracy. Su estatura era más pequeña también, tanto Tracy como su madre sobrepasaban el metro sesenta y cinco, no eran muy altas, pero comparadas con Melissandre, quien era 10 centímetros más baja que Tracy, lo parecían.

Meli metió las manos en los bolsillos de su sudadera negra y sin mirar a su hermana siguió caminando, esta vez con la cabeza gacha.

Tracy volvió a iluminar el camino y siguieron hasta el parque, esta vez con paso

pesado, sin hablar entre ellas.

El estado de ánimo de ambas había caído en picado, como siempre pasaba cuando

se daban cuenta de que aunque toda la familia fuera elemental, Meli no lo era.

El parque estaba iluminado tenuemente, más iluminado por las ventanas de los

pisos que por las farolas que se encontraban repartidas por él.

Tracy dejó de utilizar su elemento, no correría el riesgo de que alguien pudiera verla utilizándolo. Su poder no era tan fuerte como el de sus padres, pero aun así tendría problemas si alguien la veía con las manos brillando.

Se sentaron en uno de los bancos y Tracy empezó a hablar sobre la película que

habían visto aquella tarde. En la cual Melissandre se había quedado dormida media hora después de que las luces se hubieran apagado.

 

⧫⧫⧫⧫⧫⧫

 

Llevaban esperando una hora en el parque y sus padres todavía no habían llegado,

los teléfonos de ambos estaban apagados y no había forma de ponerse en contacto con ellos.

Melissandre miró a su alrededor, el parque solo tenía un columpio y un tobogán

cubiertos de óxido. La basura se acumulaba debajo de este último, dónde el viento la había empujado y nadie la había limpiado.

El frío empezaba a meterse en los huesos, era más intenso allí de lo que debería ser

para finales de septiembre y no ayudaba la humedad que traía el viento del bosque que había al otro lado del parque. Los edificios lo tapaban todo, dos callejones estrechos eran la única entrada y Melissandre no hacía más que mirar a uno y al otro, esperando ver a su madre.

Estaba cansada y lo único que quería era ir a casa y dormir, tal vez incluso coger un

libro antes. Pero sabía muy bien que esa noche no volverían a casa.

Todo era extraño, su madre nunca llamaba, tampoco llegaba tarde y aunque sus

padres trabajaran juntos, si uno no podía ir dónde ellas estuvieran, iba el otro. Más

extraño todavía era el hecho de que sus teléfonos estuvieran apagados. Habían llamado también a sus profesores particulares, esperando que les pudieran dar una respuesta, pero tampoco habían contestado. Algo grande estaba pasando y no saber qué le ponía más nerviosa todavía.

Su hermana estaba mirando su teléfono chateando con sus amigos, asegurando,

cada vez que ella empezaba a mover la pierna nerviosamente, que sus padres irían y queno pasaría nada.

Sus padres debían estar por llegar, una vez llegaran estarían a salvo, pero el no saber cuándo ocurriría la estaba matando.

Una figura de un hombre alto y corpulento entró por el camino del bosque, ambas

hermanas se levantaron rápidamente. Pero no era su padre, así que Tracy volvió a

sentarse encogiendo el cuerpo lo máximo que pudo y sacó el móvil de nuevo.

— Levántate. —Susurró Melissandre sin quitar la vista del hombre.

Había algo en él diferente a todos los demás, estaba lo suficientemente iluminado

para que su rostro se viera, aunque fuera solamente la anchura de la nariz, debería ver cómo la chaqueta se le ceñía al cuerpo o cómo la brisa que corría le movía el pelo. Pero no había nada de aquello, era solo una sombra negra que se les acercaba lentamente, sin dejar de observarlas.

Sabía lo que era y sabía que ninguna de las dos sobreviviría si se acercaba lo

suficiente.

Tracy pareció darse cuenta al mismo instante.

— Si la luz le toca… —Tracy empezó a concentrarse en su elemento. La luz de sus

palmas era más débil que anteriormente y se encendía y apagaba de forma intermitente

—. Vamos, vamos. —Susurró Tracy exasperada, la figura cada vez más cerca de ellas, estaba ya casi en el centro del parque.

—No eres suficientemente fuerte, camina hacia el callejón por dónde hemos venido

— Meli pausó un momento cuando vio que su hermana no se movía —. ¡Tracy! —Tracy reaccionó — Y mira por dónde vas, presta atención, nunca están solos.

No era normal que Melissandre fuera la que diera órdenes y para su sorpresa, Tracy corrió hacia la salida más cercana, mirando a sus costados y hacia delante dándole la espalda a Meli.

La oscuridad que rodeaba al Ser se acercaba a ellas, tenía piernas, pero no las movía, su rostro era plano, una simple sombra. Los brazos le colgaban a los lados inertes.

Sabía muy bien que podían sobrevivir a la luz, solo una luz tan brillante como el sol

al mediodía podía hacer que desapareciera. No moriría, pues el ser no estaba muerto, tampoco vivo. Simplemente existía.

Meli dió un paso hacia atrás.

El frío se clavó en ella como agujas heladas en su espina. Dejó de moverse por

completo. Podía jurar que tocaba el frío con las manos, no era sólido, tampoco gaseoso, era algo entre ambos, como había imaginado de pequeña lo que sería tocar una nube.

— ¡Mamá! —Escuchó el grito aliviado de Tracy, los pasos de Tracy se alejaron de

Melissandre, dejándola sola a cuatro metros de la sombra.

Debería girarse y correr hacia su madre, como Tracy había hecho, era la única

forma de salvarse. Pero nunca llegaría a ella, un simple movimiento y el Metfer se

apoderaría de su esencia.

Siempre había leído sobre ellos, eran una de las especies más peligrosas que

existían, en un instante se llevarían toda la esencia de su presa, los estudios más

antiguos decían que se llevaba tu alma. Pues dejaban detrás de ellos una cáscara vacía con un corazón palpitando débilmente. Por suerte para el resto de personas no solían salir de sus escondites entre las sombras.

El frío parecía desaparecer a su alrededor conforme el Metfer se acercaba, el

corazón debería estar palpitando fuertemente con adrenalina, aún así, cada vez latía más lento.

¿Era así como moriría?

Las manos empezaron a entumecerse, intentó mover los dedos. Sentía la piel tensa

dejándola sin posibles movimientos. Era imposible que se moviera.

Lo único que podía hacer era mirar a aquel ser, era totalmente negro, la poca luz

que había no lo atravesaba, tampoco había formas, solo un cuerpo recto. Intentó

recordar todo lo que había leído sobre ellos, había gente que había sobrevivido a un ataque.

Puedo… puedo intentar… si quisiera escapar… Ningún pensamiento acababa de

formarse, tres pasos y el Metfer estaría delante de ella.

Una luz cegadora nació detrás de ella, la sombra que había, ahora a dos pasos de

ella, se desvaneció rápido y en silencio, tal como había llegado. El resplandor se apagó y Melissandre se giró para ver a su madre, Tracy estaba a su lado secándose las lágrimas con la rebeca que se había puesto rato después de que llegaran.

— Por todos los elementos, Meli ¿Estás bien cariño? — Su madre la abrazó

fuertemente, acarició su pelo y al fin sintió calor emanando de su madre. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.

Miró a su hermana, quien se había quedado muy quieta con las lágrimas corriéndole por las mejillas. Sus hombros subiendo y bajando rápidamente.

Melissandre respiró el dulce olor a frambuesa que siempre acompañaba a su madre

y se relajó en sus brazos. Capaz de pensar de nuevo y sentir el frío a su alrededor. No se había dado cuenta de lo asustada que había estado hasta que se encontró en los brazos de su madre.

— Vayamos al coche, tenemos que llevaros a un lugar seguro. —Alexandra cogió con cada mano a una de sus hijas.

 

⧫⧫⧫⧫⧫⧫

 

Tracy subió al coche después de sacar una manta a cuadros marrones y negros del

maletero para dársela a su hermana, tenía los labios azulados, al igual que los dedos de las manos. Había subido antes que ella al coche. Tracy le tendió la manta y esta la rechazó, aun así Tracy se la puso por encima.

Por un momento Tracy había pensado que iban a morir, al ver a su madre no dudó ni un segundo en correr hacia ella, sabiendo que su hermana estaría bien y que correría tras ella y su madre las salvaría, pues ningún elemental era más fuerte que ella. En el instante en que se había girado y había visto el Metfer tan cerca de su hermana no había podido reprimir las lágrimas. Si le hubiera pasado algo nunca se lo perdonaría, a su edad debería ser lo suficientemente fuerte como para poder espantar a un Metfer. Pero no había sido capaz.

— ¿Qué está pasando? — preguntó Meli cuando su padre arrancó el coche envuelta

como un burrito gracias a su hermana.

Ambas adolescentes miraron a sus padres esperando una respuesta que las

satisficiera.

Su madre se giró para mirarlas a ambas, primero a Tracy y esta siguió la mirada de

su madre hacía Melissandre quien parecía estar más preocupada por sus padres que por ella misma.

Las lágrimas amenazaron con salir de nuevo y Tracy se obligó a retenerlas, Meli

seguía tiritando pero al menos su piel estaba empezando a coger un poco de calor,

apoyó la mano en la pierna de su hermana e intentó calentarla con su elemento, aunque fuera un poco.

—El único elemental oscuro que queda ha escapado de la prisión dónde lo teníamos encerrado. —Elián miró a sus hijas por el retrovisor mientras paraba ante un semáforo en rojo —. La única opción que tenemos es enviaros a la escuela para elementales.

Antes de que cualquiera de sus hijas pudiera contestarle siguió.

—Repito, es la única opción. Va a venir a por nosotros y allí estaréis a salvo, la

Señora Faro os ayudará y enseñará todo lo que pueda. Además así os relacionaréis con otros elementales de vuestra edad.

Ambas hermanas se miraron, nunca habían estado en contacto con otros

elementales que no fueran sus profesores o sus padres.

Había pocos elementales y la mayoría eran enviados a escuelas especiales, pocos

estudiaban en casa y no solían relacionarse con los humanos una vez el elemento era activado. Como Meli nunca había activado su elemento sus padres habían decidido enviarla a un colegio humano, y como no, Tracy había insistido en ir con ella, así que no habían tenido más remedio que enviarlas a ambas y por las tardes darles clases privadas.

Tracy miró a Melissandre, ¿ la aceptarían en la escuela?

—Os ayudaremos, Meli es inteligente y yo mejoraré, me esforzaré más. —Dijo Tracy, se movió un poco en el asiento, intentando estar más cerca de Melissandre, el cinturón no se lo permitió. Si no aceptaban a Melissandre ella no iría, no dejaría sola a su hermana.

—Es peligroso, allí estaréis seguras. Meli y tú seréis recibidas con los brazos

abiertos, la Señora Faro se ocupará de eso — Alexandra miró a sus hijas —. Quien sabe, a lo mejor Meli activa su elemento.

—No voy a encontrar mi elemento, mamá — reprochó —. No soy elemental, todos lo sabemos. —Todos sabían que en su familia ella era especial por el simple hecho de ser como cualquier persona normal.

— Vais a ir, y que no se hable más del tema. Me lo agradeceréis más tarde. —Dijo su

madre antes de pasarle un libro a cada una.

Historia elemental blanco IX para Tracy y Momentos en los que necesitas encontrar tu paz interior para Meli.

Meli se sacudió en el asiento de un lado para el otro intentando aflojar la manta a su alrededor, sacó primero el brazo derecho para coger el libro que su madre le daba y tiró del brazo izquierdo hacia arriba, dándole a la ventana rompiendo el silencio que se había formado. Se llevó la mano cerca de la boca y besó la articulación de los dedos índice y medio.

Tracy miró su libro conteniendo una risita.

Antiguamente, los elementales de luz habían sido llamados elementales blancos,

pero con el tiempo se había cambiado el nombre por el cual todos los conocían, el

anterior era racista y clasista a más no poder, al menos de esta forma se llamaba como lo que realmente era.

Meli a su lado miró la cubierta del libro con desdén y giró para leer la

contraportada, decidió que no era de su agrado y lo dejó en el asiento central del coche.

— ¿Cómo se ha podido escapar? — Meli metió de nuevo los brazos bajo la manta.

Tracy bajó el libro a su regazo.

Meli tenía razón, las prisiones elementales eran las más estrictas y seguras del

mundo, su madre se aseguraba de que así fueran.

— Mejor pregunta cómo siguen existiendo los elementales oscuros. — Dijo con

resentimiento en la voz.

— El elemental oscuro que quedaba solo era un niño cuando sus padres murieron,

es por eso que lo dejaron en prisión. En unas semanas va a cumplir los veinte así que acabarán con su sufrimiento. Nadie sabe cómo escapó —explicó su padre —. Han estado investigando a todos los trabajadores, incluso a nosotros.

— ¿No es peor tenerlo ahí toda la vida para después matarlo que matarlo cuando es

pequeño? —preguntó Meli con el ceño fruncido.

—Cuando lo cogieron todavía no había manifestado su elemento, no podíamos estar seguros. —Dijo Alexandra volviendo a mirar hacia delante a través de la luna del coche hacia la carretera desértica que había frente ellos.

—¿Podíamos? —dijo Tracy a la vez que su hermana hablaba.

—¿Fue vuestra decisión?

—Claro que fue nuestra decisión, es nuestro trabajo, es por eso que debemos

encontrarlo y tenéis que ir a la escuela para elementales. No se hable más. Es un

trayecto largo así que leed el libro y descansad.

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