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31 CUADROS DE LA COLECCIÓN “JOAQUÍN RIVERO”, EN EL MUSEO CAMÓN AZNAR-IBERCAJA

- Hasta el 18 de junio, se muestran obras de Goya, Salvador Maella, Bracho, Barrón, Villegas, Haes, Pradilla, Fortuny o Jiménez Aranda, entre otros

- La muestra se centra en arte español del siglo XIX, con incursiones en los finales del XVIII y los principios del XX

Hasta el 18 de junio, el Museo Camón Aznar- Ibercaja acoge una exposición de parte de la Colección “Joaquín Rivero”. La Colección se inició hace más de 25 años y en Zaragoza se muestran treinta y un óleos, entre los que hay obras de Goya, Salvador Maella, Bracho, Barrón, Villegas, Haes, Pradilla, Fortuny o Jiménez Aranda.

Las obras se agrupan en cinco apartados: retratos reales, pintura religiosa, naturaleza en interiores, paisajes y figuras humanas. Componen parte de la rica colección de Joaquín Rivero, presidente de Metrovacesa, quien ha ido adquiriendo creaciones representativas de distintas épocas artísticas y han sido seleccionadas para esta ocasión por Facundo Tomás, comisario de la muestra.

En este recorrido por la historia de la pintura se incluyen sendos retratos reales de “Carlos IV” y “María Luisa de Parma”, impregnados en cada rasgo de la fuerza y el carácter de Francisco Goya.

En pintura religiosa, se muestran seis lienzos: “San Juan Nepomuceno”, de Goya; “Piedad”, de José Camarón; “Inmaculada Concepción”, de Maella; “Inmaculada”, de Meléndez, y “Alegoría del Viejo Testamento y Alegoría del Nuevo Testamento”, de Gutiérrez de la Vega.

Seguidamente, la muestra ofrece dos formas de observación de la naturaleza. Por un lado, dos cuadros de floreros: “Florero”, de Luis Paret, y “Flores y Plato con peras”, de J.M. Bracho Murillo. Por otro, once paisajes correspondientes a la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, que a pesar de esta cronología muestran claras pinceladas románticas. Es particularmente visible en las dos obras de Manuel Barrón: “Sevilla desde el Guadalquivir” y “Paisaje al atardecer”. Mientras, los paisajes de Carlos de Haes, “Paisaje con el cielo de nubes” y “Paisaje rocoso”, son el reflejo de una concepción moderna del paisajismo. En esta sección hay otras obras como “Paisaje con lavanderas”, de Martín Rico y Ortega; “Capri”, de Francisco del Campo y Martín Rico; “Paisaje”, de Sánchez Perrier; “Paisaje”, de Genís Capdevilla; “Marina. Costa Brava”, de Segundo Matilla; “Balneario de Tona”, de Joaquín Vayreda, y el último de este grupo es un escenario urbano, “Puerta Santa en Catedral Santiago”, de Teodoro Andreu.

Este recorrido por la selección de los paisajes de la colección “Joaquín Rivero” muestra perfectamente los cambios que se produjeron en los sistemas de ideas plásticas del siglo XIX.

La colección dedica su parte final a la figura humana, una decena de cuadros que empieza con dos obras románticas, “Joven con trompeta”, de Valeriano Bécquer, y “La peña de los enamorados”, de Serafín Martínez del Rincón. Además incluye “Busto de niño”, de Mariano Fortuny; “Retrato de niño” y “Zíngara”, de José Villegas, y “Anhelos”, de Francisco Pradilla, que con su lienzo recuerda a la obra de Rembrandt, “Herdrickje en la ventana”.

La muestra la cierran los “Niños jugando a misa”, de Augusto Junquera; el “Patio de cuadrillas”, de Germán Álvarez; “Gitana”, de Máximo Peña, y el “Bandolero torero”, de José Jiménez Aranda, quien ofrece uno de los más llamativos juegos de colores de la muestra y reafirma su condición de ser uno de los mejores coloristas de la segunda mitad del siglo, lo que explica bien por qué Joaquín Sorolla le cobraría gran devoción. “Bandolero torero” es una mezcla de ambos, que mira retador a quien observa el cuadro, y ha sido el seleccionado como portada y cierre de la exposición.

En la exposición “Joaquín Rivero” han colaborado, junto a Facundo Tomás, comisario de la muestra, Felipe V. Garín, Sofía Barrón e Isabel Justo, ambas autoras de las biografías de los artistas de la colección.

La exposición, según palabras de su comisario, Facundo Tomás, ”no es una muestra histórica; ni iconográfica; ni tampoco está organizada en torno a las formas plásticas, aunque respeta en su organización las tres posibilidades. Responde al establecimiento de una colección por un amante del arte que ha ido recogiendo obras a lo largo del tiempo y a un estudioso que se enfrenta a ella con el fin de reconocer el sentido inconsciente de la recolecta, de averiguar qué ideas plásticas se hallan dentro de la voluntad electiva de un espectador con posibilidades”.

Además, el equipo responsable de esta exposición sostiene que han visto cómo, dentro de una colección impresionante, podían establecer un criterio iconográfico e ideológico constitutivo de un fragmento importante de la cultura hispánica, respetado las atribuciones y denominaciones. Y además, no han dudado en su presentación: “la colección Joaquín Rivero constituye una presencia notable en la cultura española. Nuestra voluntad es exponerla al público con un sentido relacionado con las preocupaciones artísticas de hoy”.